Un negocio con muerte, despojo y lágrimas
El 08 de julio del 2014 Ana Barón y Dagoberto Menco pasaron el más grande susto que hubieran sufrido en sus 50 años de matrimonio.
Dagoberto Menco y Ana Beatriz Barón acostumbraban irse a la cama alrededor de las 6:00 p.m., vivían en una finca cerca al distrito de Barrancabermeja y llevaban más de 50 años casados.
Durante varios meses la pareja anciana buscaba un comprador para sus tierras y empezar una nueva vida en el distrito. En esa constante búsqueda, Edmundo, su hijo mayor, les consiguió el contacto de un hombre cuyas intenciones era adquirir unas hectáreas como las que ellos tenían, pero no tenía la cantidad en dinero que la pareja pedía por el terreno. Al cabo de varias charlas llegaron a un acuerdo: La finca tenía un costo de ciento cincuenta millones de pesos. Julián, el comprador, daría una casa avaluada en ochenta millones de pesos, dos lotes en diez y un carro campero en cuarenta. Así, Julián entregaría una totalidad de ciento treinta millones de pesos en bienes y el resto de dinero sería entregado en efectivo. El trato se hizo. El 27 de octubre del 2013 Ana y Dago se mudaron a su nueva casa y Edmundo usaba el campero para transportar a sus viejos padres, uno de los lotes fue vendido a Sarah, hija adoptiva de Ana. El otro lote lo compró uno de los hijos menores de la pareja.
Hasta el momento, todo marchaba bien.
Dos meses más tarde, la nueva casa de Ana y Dago estaba llena de hijos, yernos, nueras, nietos y primos celebrando la navidad, y más tarde Año Nuevo. Había sido el mejor negocio, estaban felices compartiendo junto a sus hijos en Barrancabermeja.
La muerte del comprador: extraña, inesperada y misteriosa
Pasaron varios meses y todo estuvo en calma, hasta que Ana y Dago recibieron una noticia impactante, a Julián lo habían asesinado.
Crimen del que acusaron a la pareja de ancianos, quien los culpó fue la amante de Julián, ella era hija de un hombre perteneciente a un grupo ilegal, y como si fuera poco, ahora era la nueva propietaria de la finca de los viejos.
Posterior a ello unas personas llegaron a la casa de los ancianos y les exigió abandonarla. Fue angustiante, a Edmundo le quitaron el campero y también fue despojado el hijo menor del lote que habían recibido. Solo Sarah pudo conservar su casa, pues en poco tiempo construyó y legalizó su vivienda.
Los abuelos pensaron que el negocio había retrocedido, pero que todo volvería a la normalidad. Entonces hicieron maletas y volvieron a su anterior hogar, donde durmieron muchas noches. Sus hijos les advirtieron que aquellas personas irían a buscarlos, les sugirieron quedarse en la ciudad y empezar un proceso legal ante la Fiscalía. Pero para Ana y Dago sus tierras lo eran todo, y aunque las vendieron al primer comprador habían vuelto a ella y no la dejarían por nada.
El 08 de julio del 2014 a las 2:00 am Dago escuchó un ruido extraño. A su edad ya conocía el sonido de los animales que rondaban la casa, y podía descifrar con exactitud los pasos de cualquier ser, aunque tuviese más de 70 años su sentido de la escucha era el más agudo. De inmediato alertó a su esposa, pero ella respondió diciendo que es imposible que pudiese haber un ladrón por estos lados.
“Por aquí nadie tiene esas mañas” aquella frase despertó el foco del viejo hombre. Sin un solo ruido saltó de la cama al suelo, y le dijo a su mujer que hiciera lo mismo. Por fortuna siempre tenían a la mano agua, linterna, celular y una escopeta
El frágil corazón de Dago latía a toda velocidad, a Ana le empezaron a sudar las manos y ya no podía controlar su respiración. Fue el momento más angustiante que pudieron haber vivido durante más de cinco décadas de matrimonio. Estaban debajo de una cama hecha por el mismo Dago, tirados en la tierra y con 14° C de temperatura. Ambos padecían hipertensión y cuantas más enfermedades que le impedían salir de aquel momento de terror.
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Ana Beatriz Baron, Dagoberto Menco
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En un momento Ana sacó su móvil, un Nokia del año 2002, no era moderno ni tenía muchas funciones, pero sí el único elemento que podía salvarles la vida.
En medio de la angustia Ana llamó a su quinta hija para pedirle ayuda. Por fortuna le contestó, y de inmediato llamó al Gaula de la Policía Nacional.
¿Por qué a Julián lo mataron? ¿Por qué después Ana y Dago fueron despojados de todos los bienes? ¿Por qué Julián dejó como dueña a una mujer con la que llevaba poco tiempo? ¿Quién asesinó a Julián?
En la madrugada, sus 9 hijos fueron a buscarlos y de inmediato se dirigieron a las autoridades para poner en evidencia aquellas personas que llevaban amenazando a los ancianos durante meses.
La angustia terminó, es infortunado no mencionar cómo Dago y Ana salieron ilesos. Es una incógnita difícil de resolver en este punto, donde Ana y Dago regresan a la ciudad y emprenden la investigación sobre la muerte de Julián y el verdadero autor del negocio.
Edmundo conoció a Julián, más no al testaferro que tenía el único propósito de legalizar el negocio de terceros.
El 21 de mayo del 2014 un hombre disparó a quemarropa sobre la cabeza de Julián en los alrededores de Aguas de Barrancabermeja en una pequeña parcela donde residía. Julián no cumplió las órdenes de su jefe: Comprar 20 hectáreas de tierras con bienes para luego hacer el cambio de nombre en las escrituras. Por el contrario, entregó aquellos bienes ajenos y recibió un terreno a su nombre sin dar nada a cambio y cuando tuvo oportunidad los aseguró poniéndolos a nombre de su nueva compañera sentimental, con quien llevaba poco menos de un año de relación. Julián
pensó que había engañado a todos, pero terminó recibiendo 7 balazos en la cabeza.
Los autores principales del negocio no se quedarían con las manos vacías, por eso despojaron a Ana y a Dago de la casa en Barrancabermeja, el campero y el lote. Pero, ¿Por qué los desplazaron de la finca? Aquel terreno ya tenía un dueño, una mujer de la que nadie hablaba, de la que nadie pensaba que ganaría más que los buenos o los malos.
En efecto, la pareja sentimental de Julián era la legítima propietaria de la finca, y quien advirtió a los viejos de no volver por esas tierras. Quien además, más tarde, dejaría abandonado el predio sin razón alguna. Si el terreno era de ella, ¿por qué dejarlo a la merced del monte? Parecía imposible descifrar una respuesta del porqué atacar a un par de ancianos que solo quería vivir en paz.
Ana y Dago se quedaron sin nada, lo único que les quedaba era el miedo de hablar y la tristeza de haber perdido su patrimonio. Aunque hablaron con Minerva, la amante de Julián, ella se negó a entregar la finca. Ni la misma ley pudo quitarle el nombre y las escrituras, los ancianos vivieron 6 años de su vejez pagando alquileres, e incómodos con las únicas pertenencias que pudieron sacar de su finca. Pero con el amor intacto y con la ilusión de volver a su tierra.
El 13 de agosto del 2020 Restitución de Tierras les otorgó la cantidad de quince millones de pesos y una casa, como indemnización de los daños causados por grupos ilegales. Ana y Dago, contrataron a un abogado que les ayudará a volver a su finca y en menos de dos meses lograron adquirir un permiso de vivienda en su anterior parcela para habitarla en el tiempo que tarde el proceso de recuperación, ya que no pierden la fe de volver a donde empezaron.

A la fecha de hoy, la pareja vive en la finca. Son felices entre pollos, patos, perros, una vaca y un ternero; pero con la esperanza de recuperar en su totalidad lo que un día les arrebataron con mentiras, amenazas y sin razones. Legalmente el predio está a nombre de la expareja sentimental de Julián, Minerva, pero ellos conservan su permiso de permanencia en el terreno y la casa que les fue dada a disposición por el Gobierno.
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